Ser padres no es una tarea sencilla, más aun cuando por circunstancias de la vida debes asumir ambos roles en uno solo. Pero por más duro que sea, nuestros hijos no dejan de crecer y no están dispuestos a darnos un respiro.
Tras la preocupación por los golpes, caídas y cólicos, llega la inseguridad ante su paulatina independencia. El colegio, los amigos, los desconocidos y un sin fin de preocupaciones y miedos que nos asaltan. Y, finalmente, la pubertad y la temida adolescencia.
En este duro camino se entrecruzan también nuestros problemas sentimentales, laborales y económicos de igual forma que nuestro hijo debe hacer frente a sus propias frustraciones.
Sin embargo y debido a su corta edad, suelen carecer de las destrezas para dominar sus sentimientos. Son entonces una pequeña bomba de relojería a punto de estallar por problemas y preocupaciones que un día les parecerán totalmente absurdos.
Cómo puedes imaginar, los choques entre padres e hijos son inevitables, pero nunca debemos responder a sus estallidos con gritos, rabia o enfado. Una tarea nada fácil en la que debemos dominar nuestro temperamento interior y pensar en lo mejor para ellos.
Hace unos meses, una madre soltera expresó ese intenso dialogo interno tras un suceso familiar. Su pequeña historia se ha vuelto viral, inspirando a muchos padres a no incrementar la hostilidad durante las discusiones familiares.
Cosas Rotas
“Este era mi pasillo el pasado miércoles: roto, afilado y traicionero. Así estaba. Fue mi hijo quien lo hizo.
A veces, o muy a menudo en realidad, las cosas se rompen irreparablemente, y te dejan sin aliento… en ese instante.
A mi se me cortó la respiración cuando mi hijo irrumpió en el baño, frustrado, enojado y harto de sus propias (y muy importantes para él) razones. Momento en el que decidió cerrar de un portazo la puerta del baño, provocando que el pesado espejo de la entrada se cayera al suelo, rompiéndose en un millón de pedazos.
Me quedé callada. Observé el daño y respiré profundo. Saqué al perro fuera para que no se cortara las patas y puse al gato en el sótano por la misma razón.
Salí al patio trasero y sentí mis cálidas lágrimas deslizándose por mi rostro. Es increíble cuán solos nos podemos sentir los padres solteros en momentos como este. Me di cuenta también de lo asustada y decepcionada que me sentía. ¿Realmente ha pasado esto? Sí, era real.
Mientras estas de pie considerando si esto era un indicativo de su carácter y desarrollo, escuché su llanto a través de la ventana del baño. Su alma estaba dolida, y supe que él tampoco esperaba eso.
“Hola ira, no recuerdo haberte invitado a mi casa”. Y lo imaginé asustado, avergonzado y preocupado.
Respira profundo, mamá guerrera, respira profundo. – Me dije – Esta pequeña y frágil alma te necesita ahora. Te necesita en tu mejor estado y con tu mayor compasión. Tu más gentil, suave, y firme amor. Tu seguridad de madre. Respira profundo de nuevo y vamos mamá.
Ve y ve ahora. Abre la puerta de la entrada, esquiva los cristales rotos, escúchale mientras nota que te acercas, mira por la rendija entreabierta abierta de la puerta del baño, mira la cara que más amas en el mundo roja de preocupación y húmeda de llanto. Su voz de repente suena tan pequeña: “Mamá, no lo volveré a hacer, lo siento tanto”. Más lágrimas, más llanto. Tanta incertidumbre en su dulce rostro.
Ve mamá, tómalo y ponlo en tu regazo. Sí, también estás llorando. Maldita sea, esto es importante. Sujétalo fuerte. Mira cómo se hace un ovillo en tus brazos con rapidez. Mira qué dispuesto está a que le quieras, a que le des seguridad. Mira que pequeño es todavía. Mira lo frágil es su espíritu.
Te quiero. Estás a salvo. Estoy justo aquí. La peor parte ya pasó. Te quiero.
Háblale de la ira. Díselo ahora. La ira es un sentimiento muy poderoso. Tienes derecho a sentir ira, pero la ira quema. Puede purificar, puede también destruir. Él asiente, lo siente, él acaba de conocer la ira.
Hay una mejor forma de demostrar tus sentimientos. Vamos a trabajar en esto juntos… mañana.
Estoy aquí para ayudarte. Estás seguro. No estarás nunca solo en tu ira. Nunca estarás solo en tus miedos. Estoy aquí. Estamos aquí juntos. Ahora limpiaremos juntos.
Y así limpiamos los trozos rotos. Barrimos y aspiramos. Fue un trabajo silencioso, fue cuidadoso. Fue un trabajo reflexivo.
A veces las cosas se rompen. Algunas veces las rompemos. No es la ruptura lo que importa sino el cómo y por qué. Lo que importa es cómo elegimos responder a este hecho. ¿Esto nos daña? ¿Nos empuja a una espiral descendente de culpa y castigo?