Aunque no es una regla infranqueable, sí es más probable que los hijos menores sean menos disciplinados y obedientes que el hermano mayor. Veamos por qué. Cuando somos madres por segunda vez, es posible que creamos que el segundo hijo es un poco más travieso que el primogénito y esto hace que con frecuencia nos preguntemos cuáles son las razones por las que esto es así.
Para empezar, hacer una afirmación de esta naturaleza de manera absoluta es un error, en vista de que cada familia es diferente y, por supuesto, todos los niños no son iguales.
Hemos escuchado decir que cada niño es un universo, y no hay nada más cierto que esto. Nosotros los adultos también conservamos esa diferencia innata que nos hace individuos.
Pero hay un elemento más que debemos tener en cuenta. La manera de actuar de cada niño está influenciada por el ambiente en el que se desenvuelve. En otras palabras, si hay otros niños en la familia, la edad a la que asiste por primera vez al jardín de infancia, cuál es el adulto encargado de cuidarlo -sus padres, abuelos o una niñera- o si tiene a disposición espacios óptimos para recrearse.
Los padres frente a los hijos
En definitiva, son varias las circunstancias que ayudarán a delinear la personalidad del niño. Y entre ellas, hay una que destaca con fuerza sobre el resto: el trato que damos los padres a cada hijo.
Los padres aseguramos con vehemencia que las pautas en la crianza han sido las mismas con cada uno de nuestros hijos, pero visto desde afuera hay ciertas variables que son percibidas es su justa dimensión por los más pequeños de la casa. ¿De qué estamos hablando?
Con el segundo hijo los padres se sienten más relajados que con el primero. Cuando somos nuevos en la complicada tarea de criar, papá y mamá estamos más atentos a cada paso del niño, con el objetivo de atender todas sus necesidades y garantizar su seguridad.
Sobreprotección
Los pequeños suelen superar en carácter, travesuras e inventos a sus hermanos mayores
Pero a veces, cruzamos la delgada línea de la prudencia y terminamos siendo padres sobre-protectores que se convierten en la sombra del niño. De hecho, fotografiamos y filmamos con frecuencia al pequeño, para documentar cada momento que para nosotros resulta ser una gran novedad: la primera palabra, su primera fruta, su primer paseo, por solo mencionar algunos.
Con el segundo hijo dejamos de tener todo el día la cámara a mano. Documentar cada uno de sus pasos deja de ser una prioridad. El tiempo y la atención deben ser divididas entre dos niños de manera ecuánime, y en esto sí ponemos todo nuestro esfuerzo, a pesar de que seguramente fallemos.
El camino transitado junto al mayor, nos ayuda a permitirle al pequeño crear un pequeño espacio de acción que le dará más libertad respecto al hermano mayor, e indudablemente al sentirse más seguro de sí mismo, será más osado y se atreverá a experimentar más cosas.
Los padres solemos ser menos estrictos con los hijos menores.
De hecho, estudios científicos realizados en Europa y en América coinciden en la hipótesis de que el segundo hijo suele ser más irreverente y aventurero. Crece con una noción distinta de lo que son las normas y la disciplina, así que buscará abrirse espacio entre los demás miembros de la familia.
No se trata de que nos importe menos el segundo hijo, pero sí se abre una pequeña brecha que es aprovechada por este para manejarse con una libertad que no disfrutó el primogénito.
Tras los pasos del hijo mayor
La manera más fácil de aprender es a través del ejemplo. No importa cuántas veces digas a un niño que se baje del mueble, que no ensucie las paredes o que no arroje comida al piso.
Si el pequeño ve que el mayor hace estas travesuras, él las repetirá como algo normal e incluso pueda que supere el atrevimiento de su hermano, a quien posiblemente vea como su principal contendor por la atención de los padres.
Vistas así las cosas, si el mayor escribe su nombre en una pared, el menor garabateará el suyo y adicionalmente dibujará un paisaje que abarque todo el muro, a fin de marcar la diferencia.
Por si fuera poco, el menor aprecia su condición de ser el más pequeño. Desde un principio sabrá que todos a su alrededor –incluyendo al hermano mayor lo tratan con una dulzura y flexibilidad, que lo hacen sentir como el rey o reina de la casa. Y esto será suficiente para adjudicarse la licencia de hacer las cosas a su manera.